Lo sabemos, nos hemos tardado mucho pero aquí estamos de nuevo. Les dejamos un bonus que escribimos hace mucho, mucho tiempo como regalo o ofrenda (?) de paz. Más abajo se encontrará la primera parte del capítulo diez.
Como aclaración a la tardanza podemos decir que es complicado pornernos de acuerdo aún cuando estemos en el mismo salón de clases. Tenemos la idea pero coincidir con la otra para comenzar a escribirlo es absurdamente complicado. Primero Sofía escribe un borrador de lo que ella quiere, me lo pasa a mí (kashmir) lo corrijo (ortografía, gramática y enlace con lo que sucede en la historia) y empiezo a escribir a partir de eso lo que a mí me corresponde. Le vuelvo a pasar el documento a Sofía y una vez que lo aprueba entonces se sube al blog. Pero para esto yo tengo que esperar a que ella tenga tiempo para escribir y poner en orden sus ideas. No es lo mismo que escribir en solitario porque así no tienes que dialogar con nadie lo que sucederá después ni la forma en que será escrito. Además que se nos cruzaron las vacaciones y no teníamos muchos ánimos de ponernos manos a la obra. Es muy divertido cuando pensamos en las situaciones de la historia pero al pasarlo a la computadora se transforma en otra cosa, pues a veces nos podemos quedar en blanco ¿les ha pasado? o pasan los días y tenemos que ponernos de acuerdo nuevamente.
En fin, también les recordamos que esta historia es una mezcla loca de todo lo que hemos leído convirtiéndonos a nosotras en protagonistas (:
La parte dos se subirá en un tiempo de una a dos semanas.
Que lo disfruten.
Acomplejada.
Estaba cantando la
canción de la pantera rosa a mi estilo, no entendía por qué, pero eso me
relajaba mucho.
Sofía, que estaba en la
regadera continua a la mía, no paraba de reírse. Yo ya había terminado de
ducharme y al momento de buscar mi toalla… ya no estaba.
-Sofía ¿Tomaste mi
toalla?
-No, yo tengo la mía -
Guardó silencio- Espera, tampoco tengo mi toalla.
-¿Crees que alguien las
haya tomado?
-Dudo que
desaparecieran por arte de magia…
-Pues, tenemos brujas
en la escuela.
-¡Kashmir!
-Está bien, iré por
otras dos.
-¡¿Vas a salir
desnuda?!
-¡NO! Me subestimas -Me
transformé en gato y me deslicé por la parte baja de la puerta de la ducha. Maullé para que Sofía se diera cuenta de lo que era.
-Muy inteligente- me
elogió.
Corrí por el pasillo
dejando gotitas de agua por todo el lugar.
<<Hay
no, mi pelaje está todo mojado. Ahora pesa más>
Caminé hasta el cuarto
donde guardaban las toallas de baño y brinqué a un estante, arrojé un par de
ellas y bajé de nuevo.
<<Ahora…
¿cómo las llevo hasta allá? Soy chiquita… tengo boca chiquita…>>
Tomé una con mi boca y
la fui arrastrando, pesaba mucho.
<<
No es cierto, ¿por qué tiene que pesar tanto? ¿Por qué tengo que ser tan
pequeña? ¿Por qué no hacen toallas más ligeras? Un día de estos voy a
desarrollar un complejo gatuno>>
Cuando logré llegar
hasta la ducha de Sofía, maullé de nuevo.
-Gracias, ¿puedes
pasármela?
<<
¡¿Y cómo pretende que se la pase?! ¿¡Cree que mido tres metros?! ¿¡O que tengo
pulgares?! ¡Sólo soy un gato! Ya es suficiente que la gente huya de mí por ser
de color negro… ¡ni si quiera sé por qué soy de color negro! Mi cabello y mis
ojos son cafés ¡¿de dónde salió lo negro?!>>
Alargué una pata y
arrastré un poco la toalla hasta que estuviera un tanto cerca de la abertura
que se encontraba entre el espacio de la puerta y el suelo.
Ella salió y se me
quedo viendo.
-¿Y tu toalla?
<<
¡No soy tan fuerte como para traer dos a la vez! Tendré que pedirle a alguien una
poción de agrandamiento>>
Alargué la pata en
dirección de donde la había dejado y ladeé la cabeza.
-¿Quieres que la
traiga?
Sofía no tardó en
regresar, me metí a la ducha de nuevo. Me transformé y ella me paso por arriba
la toalla. Salí.
-¿Por qué esa cara?
-Si hubieras cargado
algo más grande que tú estarías igual- puse un dedo sobre mis labios- tendré que descansar la boca.
Capítulo diez, Ya no quiero confiar.
En el capítulo anterior:
Kashmir:
Con
una sonrisa tonta en los labios bloqueé mis sentidos, incluso ese sexto sentido
gatuno que me decía que algo marchaba mal. Unos brazos me tomaron por la fuerza
y me obligaron a entrar a un armario, cerraron la puerta con llave.
-¡Déjame
salir! – Grité. La pequeña lamparita del techo se prendió y vi el rostro de
Sebastián, sus ojos estaban más negros que de costumbre.
Perfecto,
extrañaba golpearlo y este sería un buen momento.
-No
lo haré hasta que consiga lo que quiero – Se acercó un paso, paso que yo
retrocedí hasta chocar con la pared.
No
me gustaba cómo pintaba esto.
.
Sofía:
-¿Por qué lo haces? - Preguntó Ethan
-¿Hacer qué?
Estábamos a mitad de las escaleras dirigiéndonos
hacia mi habitación, me detuve esperando a su respuesta. Me sentía aturdida con
lo que había pasado con Sebastián
-Seguirle el juego. Es claro que no te ama de
verdad.
Sentí como se rompía mi corazón.
Dolía y mucho.
-¿Por qué me
dices eso? - Pregunté con un hilo de voz
No dijo nada sólo se dedicó a verme a los ojos.
-¿Por qué me lo dices? - volví a repetir con voz firme.
-Quizá sé cosas que tú no sabes, ya ves que dicen
que el amor es ciego.
-¿Qué sabes Ethan? ¿Por qué acabas de decir esto? -
Acusé exasperada- ¿Qué sabes? - Volví a
preguntar, ya era bastante horrible haber perdido la confianza en Sebastián
ahora ¿el resto del mundo sabía algo más sobre él que yo no?
-Yo…
-¡Dímelo!, ¡dímelo ya! - Exploté
Se abalanzó
hasta tenerme contra la pared, me tomó de los brazos y me aprisionó con su
pecho. Golpeaba y empujaba como fiera, pero a decir verdad Ethan era demasiado fuerte, ni si quiera se movió.
Pensé que me rompería los brazos por la presión a la
que estaba sometiéndome pero se dejó caer en ellos, lo sostuve y lo atraje
hacia mí, escondió su cara entre mi cabello mientras yo hacía lo mismo en su
pecho.
No sé cuánto tiempo duramos así, pero no quería que
acabara, mis problemas se fueron por uno momentos, me abrazaba ahora y me hacía
sentir feliz pero una sensación extraña también se apoderaba de mi, seguramente
porque él no es Sebastián. Sebastián.
-Dímelo - dije de pronto con voz ronca
Ethan se separó de mí y me miró.
-¿De verdad quieres saberlo?
-Sí, todo. Dime todo.
-Vamos a la biblioteca, no quiero que nadie nos
escuche.
-Te sigo.
Se acerco a mí, tomó mi mano y me dirigió a la
biblioteca.
Nos sentamos entre los libreros, el en frente de mí.
-Prosigue.
-Soltó un suspiro, miro hacia la derecha y de vuelta
a mí.
-¿Tú sabes lo que soy? - Comenzó
Negué con la cabeza
-Soy un ángel – continuó - un ángel caído.
Analizó mi expresión
La verdad es que no sabía si reírme y decirle que
dejara de decir idioteces o quedarme paralizada.
Elegí la segunda opción.
-¿No dirás nada? - Preguntó
Titubeé
-Yo nuca escuché sobre ángeles caídos o tal vez sí
pero no le tomé importancia – Respondí mordiéndome el labio mientras recordaba
a mi tía apodada la Dra. Miedo parloteando acerca de unos ángeles desterrados
del cielo y echados a nuestro mundo. Jamás pensé encontrarme con uno y menos
que fuera tan atractivo, siempre me los imaginé repulsivos.
-¿Así que no tienes idea? Fue hace varios siglos
cuando había un ángel que acababa de subir de rango a guardián. Se le asignó
una chica para que la cuidara, ósea que fuera su ángel de la guarda. Él estaba
encantando con ella, era distinta. - Aguantó un suspiro mientras yo evitaba mi
desatado ataque de celos - en fin una humana. Al decir que ella era diferente
es que tenía algo, un don por así decirlo, podía verme, podía vernos, a todos
del mundo celestial. Pasé los mejores momentos con ella, yo…
-Te
enamoraste - completé fría
-El peor error de mi vida - respondió seco - nunca
me voy a perdonar eso, a pesar de que la quería yo no podía sentirla. Cuando me
abrazaba era como si me tocara el viento, no había nada.
-¿No puedes sentir? ¿De verdad?
-Nada en la
tierra- contestó
No supe qué decir, eso debería ser horrible.
Continúo
-El cielo no tardó en enterarse de lo que me pasaba,
me convocaron a un juicio que obviamente perdí, me cortaron las alas y me
expulsaron de la corte divina y de sus alrededores, me mandaron aquí.
-¿Te cortaron las alas? - Estaba atónita.
-Lo hicieron – afirmó.
-¿Te quedaron cicatrices? – pregunté con demasiado
interés.
-Sí.
-¿Puedo verlas?
Necesitaba verlas, no sé por qué pero esas
cicatrices me llamaban, las necesitaba ver, sólo las necesitaba.
Él asintió, se desabrochó la camisa de botones y
dejó al descubierto su piel apiñonada y un abdomen marcado, era hermoso. Se
acercó a mí entre mis piernas dobladas y se puso de espaldas.
Las vi, eran dos marcas que le cruzaban toda la
espalda. Estaban en carne viva, como si nunca hubieran cicatrizado, solo eran
heridas.
Me les quedé mirando detenidamente, grabándomelas en
mi mente.
Puse mi mano en un costado de su espalda, su piel
era increíblemente suave. Quería tocarlas, mas no le quería causar daño.
Al final lo hice.
Pasé mi dedo índice por arriba de ellas,
recorriéndolas, sentí una punzada de pánico y no podía respirar bien.
Aparté mi mano y me levanté rápidamente. Ethan
también lo hizo mientras tomaba su camisa
Me miró confundido.
-¿Sofía que pasa? - preguntó
Lo miré con expresión de terror
-Ethan...-pronuncié
Me eché a correr directo a mi habitación, no miré
atrás a un que él gritara mi nombre sólo quería dejarme caer en mi cama y escapar
de la realidad.
Kashmir:
Daba grandes zancadas mientras quería llegar a mi
dormitorio. Pero sólo tenía un problema, un odioso y egocéntrico problema:
Sebastián.
-Es que es la verdad, ¿por qué no entiendes?
-No podemos – negué frenéticamente con la cabeza –
es imposible.
-Yo creo que es bastante posible.
-Yo creo que eres idiota.
-Sofía es tu amiga ¿no?
-¡Exactamente! ¿Crees que le voy a hacer eso a ella? No soy de las que traicionan.
-Tienes que creerme a mí.
-¿A ti? – Me reí sarcásticamente – Le creería más al
profesor de ciencias que jura ser amigo de las abejas.
-No sé cómo Ian y Eliot te soportan.
El estomago se me revolvió cuando mencionó a Ian,
¿qué se supone debería hacer una vez que nos encontráramos?
Tragué saliva.
-Estás loco.
Me tomó del brazo con fuerza y me alejó del pasillo,
sólo vi un borrón ante mis ojos. Me tapó los labios mientras nos escondíamos en
los baños de chicas.
¡Otra
vez no!
Lo único que escuché fue a Sofía llegar a la
habitación y cerrar la puerta de un portazo, Sebastián aflojó su agarre y con
eso pude aventarlo unos centímetros para que me dejara hablar.
-¡Lo ves! – Me recriminó – Eso es tu culpa.
-¿Mí culpa?
-Si hicieras lo que te digo le ahorrarías a Sofía
varias lágrimas.
-¿Crees que con
eso ella va a saltar de alegría? ¡Tú estás mal!
-¿Quieres que te de una razón para hacerlo? –
Preguntó con una ceja alzada.
-Serviría de mucho, ilumina mi camino por favor.
Y entonces, lo hizo.
No
puede ser.
…
Esta vez corrí en sentido contrario, necesitaba a
mis amigos cuanto antes.
A quien vi primero fue a Eliot que se estaba besando
con una chica de cabello azul, recargados en la esquina de un pasillo al cual
le habían apagado las luces recientemente.
Mala suerte Eliot, tengo visión nocturna.
Jamás me hubiera imaginado los gustos tan peculiares
que tenía, la chica no sólo llevaba el cabello azul sino que tenía tatuajes en el
brazo y en la espalda. Así que por eso había estado tan ausente las últimas
semanas.
-¡Eliot! – Grité con toda la fuerza que tenía, las
personas normalmente solían ignorarme cuando gritaba como si no omitiera sonido
alguno. Jamás lo comprendí bien, mi abuela decía que era porque los humanos
tenían un mecanismo de defensa que hacía ignorar todo lo que tuviera que ver
con lo sobrenatural.
Eliot abrió un ojo sin separarse de su acompañante y
en cuanto vio que se trataba de mí se apresuró a terminar el beso. Tomó de la
mano a la chica y ambos caminaron hacia mí.
-¿Pasa algo? Creí que estarías con Ian.
Un momento, ¡Él lo sabía! ¡Por eso estaba tan
obsesionado con que recordara todo! ¡Quería que volviera con Ian!
-Tú, maldito traidor – por la forma en que lo miré
de dio cuenta de que sabía todo, se encogió de hombros y sonrió grande.
-No te explicaré nada hasta que lo haga él, ya me
cansé de siglos y siglos de sus problemas.
Auch, eso dolió.
-Olvídalo por ahora, necesito que vengas conmigo a
buscarlo. Es urgente.
Me apresuré a caminar hacia el auditorio de nuevo y
Eliot me siguió una vez de que se despidiera de su nueva novia.
Ian estaba discutiendo con una pareja de adultos que
no podía distinguir bien porque se encontraban de espaldas a mí. El hombre
parecía tener cabello negro y era tan alto como mi mejor amigo, la mujer en
cambio era un poco más baja y con cabellos dorados.
Como si fuera un imán nuestras miradas se cruzaron,
pero mientras yo corría hacia él y le sonreía bobamente, Ian estaba aterrado de
verme.
Una vez que llegué a su lado se puso delante de mí
para protegerme, ¿protegerme de qué?
Fue cuando vi sus rostros que una imagen de no sólo
de mil novecientos doce me golpeó, sino de siglos y siglos atrás. Eran sus
padres.
Cuando me vieron fue como si hubieran visto el
manjar más delicioso que pudieran encontrar, me observaban con admiración y
deseo.
-¡Has
vuelto querida! – Sonrió grande Violet Spell mientras trataba de acercárseme
para darme un beso en
la mejilla, Ian no se lo permitió.
-Me alegra que vuelvan a estar juntos – consintió el
señor Spell – es grandioso que hayas perdonado a mi hijo por aquel momento tan
terrible que te hizo pasar.
-Silencio – Trató de acallarlos él.
-Estamos disgustados contigo por eso, que ofensa más
grande haberla asesinado aún cuando la quieres tanto – Le reprochó Violet como
si lo reprendiera por haber rayado las paredes.
La cabeza me dio vueltas entonces.
-¿Por
qué lo estás haciendo? – Pregunté desesperada, tratando de zafarme antes de que
pudiera continuar. Las lágrimas de decepción y miedo recorrían mis mejillas.
-Lo
siento – Fue lo último que escuché antes de que el sonido sordo de un cuello
roto inundara la habitación, mi cuello.
-¡Hola! – Intervino Eliot tomándome de la mano y a
Ian del brazo alejándonos de esos dos vampiros – Pasó algo urgente, tenemos que
irnos.
Eliot e Ian echaron a correr teniendo que
arrastrarme con dificultad para que los siguiera, nos encerramos en un salón
solitario.
-No otra vez – Se quejó Eliot – odio a esas
personas, sólo hacen las cosas más difíciles.
Me quedé callada.
-Escúchame – Demandó Ian con mucha fuerza mientras
me tomaba del brazo – Es cierto, te maté antes porque era necesario. Por eso me
tienes tanto miedo y me tenías rencor porque besé a Areli en el pasado pero hay
una razón para todo.
-¿Es necesario matar a tu mejor amiga? Que recuerde
no te lo pedí – Las lágrimas se me agolpaban en los ojos, no había tiempo para
esto mientras Sofía estaría pasándolo mal en estos momentos pero no podía hacer
otra cosa. Nadie podía pedirme otro esfuerzo así, no podía estar bien. No
podía.
-Ian hizo lo necesario para que continuaras con vida
– Intervino Eliot – pero era matarte en ese momento o que te pasara algo mil
veces peor. Por supuesto que lo de Areli fue invento suyo para evitar que reencarnaras de nuevo.
-¿No lo entiendes? – Preguntó el otro a continuación
– Todos regresan a esta vida porque tienen un motivo para ello, si yo te
quitaba ese motivo entonces no tendrías
que volver a sufrir.
-¿Tú eres mi motivo? – Pregunté con un nudo en la
garganta y mi corazón haciéndose trocitos - ¿sufrir de nuevo? ¿a qué te
refieres?
Nada estaba teniendo sentido, mi cabeza sólo quería
explotar. Nadie puede soportar tanta información sobre sí mismo y las personas
que creía conocer en tan pocos
minutos. Era una locura.
-No hay tiempo para explicarte, te tengo que sacar
de aquí, esas personas que recuerdas como mis padres son quienes quieren
terminar contigo.
-¡No entiendo nada!
-No tenemos tiempo de explicarte nada ahora –
Intervino Eliot - ¿qué era eso tan urgente que tenías que decirnos?
¡Sofía!
-Necesitamos acabar con alguien – La voz se me
quebró en ese momento, yo no quería hacerle daño a nadie. No quería. Y tampoco
quería que me hicieran daño a mí pero pareciera que fue demasiado tarde para
eso.
Me encanta la historia me pregunto porque ya no publican :/
ResponderEliminarBy: Vane
Por favor, seguid publicando que nos habéis dejado con la intriga!! DDD:
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